lunes, 7 de enero de 2013

Autodisciplina. DÍA 4.

Pasan los días y cada vez soy más consciente de que la disciplina, fuerza de voluntad o como la queramos llamar, está mucho más relacionada con los miedos que arrastramos (y no sabemos) que con los hábitos.

Muchas veces me he preguntado: ¿por qué me cuesta mucho menos escribir un artículo en el blog que hacer mi trabajo de investigación? En principio, podría contestar que es mucho más agradable la primera tarea que la segunda, y que por eso me es más fácil. Ahora, sin embargo, podría dar una respuesta mucho más profunda de ello: me cuesta menos porque respecto al blog tengo muchos menos miedos que respecto a mi trabajo. No temo a fracasar, no temo al éxito, no temo al rechazo. Si un post me sale bien, pues perfecto; si me sale mal o mediocre, tampoco tendrá tanta relevancia. No me defino de cara al mundo exterior respecto a esta tarea, lo que el anonimato hace muy fácil. No tengo que dar explicaciones, no tengo presión por hacerlo bien o hacerlo mal. Así que, en consecuencia, no tengo ningún miedo oculto que sabotee mi capacidad de autodisciplina.

Respecto a mi trabajo... a veces siento una fuerza paralizante que me dice que antes de ponerme a escribir debería leer más, que no soy lo suficientemente inteligente para empezar, que tengo que hacerlo perfecto, que no puedo hacer algo regular... Detrás de todo esto está el perfeccionismo, que no es otra cosa que pensar que lo perfecto existe, que puede hacerse, y que algo no vale la pena si no está perfecto.


Querido yo: No eres perfecto y nunca lo serás. Fdo: yo.

Y este perfeccionismo a lo que nos lleva es continuamente a POSTERGAR las cosas. A dejarlas inconclusas, inacabadas; si se puede hacer perfecto, ¡entonces siempre habrá posibilidad de retocarlo! El resultado final y tangible es que la tarea perfecta que tenemos que realizar SÓLO ESTÁ EN NUESTRA MENTE, porque no hemos comenzado a hacerla, por el miedo a que no resulte lo perfecta que imaginamos.

Precisamente de esto trata el capítulo de hoy, del perfeccionismo (que incluso está bien visto por nuestra sociedad) y del que es diamentralmente opuesto al mismo: EL MIEDO A LA MEDIOCRIDAD.

Incontables veces me visto u oído frases que dicen que la mediocridad es el enemigo, que hay que dar lo máximo posible, que es preciso distinguirse de los demás, etcétera, etcétera. Es cierto que superarse a uno mismo es un objetivo noble pero... ¿hasta qué punto el querer hacerlo todo "lo mejor posible" no se convierte en una trampa? Una trampa que al final nos lleva a no hacer nada.

Lo perfecto NO EXISTE. No en un sentido absoluto. Porque somos seres imperfectos que nos equivocamos. E incluso el mejor libro, la mejor obra de arte, la voz más limpia, o el mejor ejercicio gimnástico, tendrán pequeños fallos que los harán mínimamente imperfectos.

Y así, mientras nosotros buscamos la perfección, y este miedo nos bloquea y nos paraliza, la vida pasa. Y muchos no logramos hacer las cosas que verdaderamente queríamos. Porque algo en nosotros nos dice que para qué, que si no somos capaces de hacerlo de forma excelente, no merece la pena. Que seremos mediocres. Y este parece ser el fantasma de nuestra vida, el hombre del saco, el monstruo del que debemos huir como de la peste: la mediocridad.



Desde luego, yo no estoy defendiendo aquí la medianía o la falta de ambición. Pero es cierto que, si me paro a pensarlo, ser mediocres en una tarea no es realmente terrible. Desde luego, como seres humanos podemos aspirar a la excelencia, o a hacer cosas que se salgan de lo común. Pero aquí me surgen dos preguntas. La primera ¿hay que ser excelente o casi perfecto en todo? Si se te da bien escribir, ¿también tienes que tener una apariencia perfecta, ser bueno tocando un instrumento musical, cocinando, en los idiomas y haciendo bricolaje? Todos conocemos a personas que quieren ser buenos en todo y que si algo no pueden hacerlo medianamente bien, sencillamente no lo hacen. Y la segunda pregunta que me surje es: ¿no es mejor hacer cosas, aunque sean mediocres, que no hacerlas porque no pueden ser perfectas? Entre hacer cosas medianamente bien, y no hacerlas en absoluto, me quedo con la primera opción. Porque hacer es algo tangible y que nos da satisfacción. No hacer y fantasear con la perfección, nos acaba consumiendo...

¿No es mejor perder cinco kilos, aunque en realidad tengas que perder diez, que no perder ninguno? ¿No es mejor terminar tu trabajo a tiempo, aunque luego tengas que corregirlo, que no hacerlo? ¿No es mejor aprender a bailar y pasarlo bien en las fiestas, que no hacerlo porque "no tienes sentido del ritmo"? ¿No es mejor aprender a hablar un idioma, aunque tu fonética sea imperfecta, que no hacerlo porque no vas a hacerlo bien?

En la vida real y diaria, muchas veces no hay tiempo para lo sublime. Hay cosas que tienen que hacerse, aunque sea de forma mediocre, mientras nos entrenamos y aprendemos algo realmente bien. Me viene a la mente el ejemplo de un profesor que quiere conseguir ser excepcional, dando clase y tratando a sus alumnos. Esta aspiración es noble y le hará crecer como persona. Pero mientras mejora su oratoria, su capacidad de comprender a sus alumnos, sus conocimientos de un tema en cuestión, su capacidad explicativa, etc, tendrá que seguir DANDO SUS CLASES LO MEJOR QUE PUEDA, trabajando. Y mientras tanto, y poquito a poco, irse inspirando. Pero las clases diarias hay que darlas, como sea posible. Si este profesor decide que no va a dar ni una clase hasta que esté lo suficientemente preparado, entonces probablemente nunca lo hará. Siempre tendrá algo nuevo que aprender, algo que mejorar.

La conclusión a todo esto, que grabo en mi mente a partir de ahora es que no es preciso estar completamente preparado y ser perfecto antes de emprender una tarea. Si es nuestro deseo, podemos mejorar mientras la desempeñamos. Pero al inicio, debemos admitir que podemos ser mediocres, que nos falta mucho por aprender, pero que aún así podemos hacerla.

Termino esta exposición (que veo que ha sido más de mi propia cosecha que del libro) con unas palabras del autor:

"Cuando tememos mostrar deficiencias en la perfección, nuestro poder de auto-disciplina sufre porque subconscientemente nos enviamos un mensaje que dice:“mis esfuerzos podrían resultar ser menos que perfectos,tal vez hasta mediocres. Mejor no intentar arriesgarse a aquella devastadora posibilidad.” [...] Nuestra auto-disciplina, entonces, sufre un fracaso incluso antes de que comencemos nuestra tarea."

Y una cita de Jorodowsky que viene muy al caso:



Ahora llega el momento de hacer los ejercicios. Como otras veces, se trata de darnos un plazo de quince minutos para explorar nuestro miedo a la mediocridad. Hay que ESCRIBIR estas experiencias, no sólo pensarlas, y ser tan específicos como sea posible: dando nombres, momentos, nuestra edad. Se trata de recordar, preferentemente en nuestra infancia y adolescencia, situaciones en las que nuestro modo de actuar estuviera basado en no hacer las cosas lo suficientemente bien.

Como en el resto de los casos, debemos tomar nota de las reacciones que se despiertan en nosotros mientras escribimos y/o releemos lo escrito: si sentimos enojo, miedo, humillación, ansiedad, cansancio, aumento del ritmo cardiaco, de la respiración... Estas sensaciones nos pueden dar una pista de en qué momentos, en nuestra situación actual, nuestras sensaciones están influenciadas por nuestros antiguos miedos.

¿Empezamos...?

************ 15 min. después... ****************

Creo que de nuevo me he excedido en el tamaño del post, por lo que resumiré mis conclusiones de forma muy breve.

Este ejercicio, a diferencia de otros, me ha resultado tremendamente fácil. He recordado muchas situaciones, de mi infancia, mi adolescencia y de épocas recientes, en que me ha paralizado el miedo a no hacerlo perfecto o lo suficientemente bien. En consecuencia, he dejado de hacer muchas cosas que querría haber hecho, las he dejado a medias, o las tengo aplazadas sin concluir.

De pequeña, me dejaba las tareas sin completar porque veía que no era el momento perfecto para aprender, o porque no tenía los mejores materiales, o porque mi estado de ánimo no era el óptimo. En el instituto, los trabajos de lengua, que eran mis preferidos y en los que quería explayarme, los hacía y rehacía una y otra vez, y en todos los casos, los acababa el último día a las tantas de la mañana, cuando expiraba el plazo, porque sentía que debía hacer muchas otras tareas (leer mucha más bibliografía adicional, pensar más, corregir lo ya corregido) antes de completarlos. En la universidad también me pasaba lo mismo con el resto de trabajos. Era tal mi ansia por hacerlos bien, lo mejor posible, perfecto, que me pasaba semanas buscando información y aprendiendo, sin atreverme a comenzar a escribir porque nunca sabía "lo suficiente". Así que al final me tocaba hacerlo todo de golpe, el último día, cuando no había más remedio.


De jovencita también me gustaba secretamente bailar, cantar y hacer teatro. Pero no hacía nada de esto. Porque no me veía "lo suficientemente buena" para hacerlo. Así que en público reprimía mis ganas de hacer estas tres cosas, y sólo lo hacía en privado. Cuántos momentos de diversión me he privado a mí misma por esta creencia perfeccionista absurda...

Como estos ejemplos, os podría poner muchos más. Mi juez más crítico era yo misma, pero supongo que he sido así porque mis educadores, mis padres o personas muy cercanas a mí me han transmitido esta idea de "hacerlo todo lo mejor posible o mejor no hacerlo".

Hoy, con casi treinta años, reflexiono sobre todo esto y lo que me digo a mi misma (y diría a mis hijos, alumnos, empleados, familiares y amigos) lo siguiente:

Es cierto que hacer las cosas bien es mejor que hacerlas mal o regular. Pero es infinitamente mejor HACER LAS COSAS que no hacerlas por miedo a que sean imperfectas. Y el instinto de superación viene DURANTE el proceso, una vez que nos hemos decidido a empezar, no viene en la inacción.

Lo que cuenta en la vida son las cosas que hago, no las que imagino.

Si no doy el primer paso, si no HAGO, entonces da igual que en mi imaginación todo sea bonito y maravilloso, en la realidad no será NADA. A partir de ahora, voy a HACER. Ya corregiré después, ya mejoraré después, sobre la marcha. Hacer es lo más importante. Mientras hacemos, podemos mejorar. Podemos aspirar a lo mejor. Mientras no hacemos pensando que nos falta mucho por hacer, aprender o mejorar antes de empezar, nos estamos retrasando.

Este post es mejorable, no está perfecto, pero sin embargo está hecho. Lo escribo de una vez. Lo corrijo a continuación. Y lo publico. Si me apetece, lo revisaré en días sucesivos para añadir/quitar alguna cosa, o cambiar otras. Pero LO HE HECHO. Aunque no soy una experta en desarrollo personal, psicología o técnicas empresariales. Si no hubiera si quiera comenzado a escribirlo, tampoco podría corregirlo o mejorarlo, porque no habría nada sobre lo que trabajar.

¿Y en vuestro caso, notáis la sombra amenazante del perfeccionismo? ¿Sois de las que hacéis, o de la que postergáis todo para el mejor momento? ¿Aplazáis una y otra vez vuestra boda, porque sentís que nunca es el momento perfecto para comprometeros de por vida? ;-)

Contadme y así enriqueceremos todas nuestras experiencias...

2 comentarios:

  1. Me siento totalmente identificada. El miedo a la mediocridad y a no hacer las cosas de acuerdo con mi propia idea de la perfección(también soy mi peor crítica) me paraliza.

    No recuerdo casi nada que haya hecho y que, al terminarlo y antes de someterlo al juicio de otros, yo misma haya pensado "no podría haberlo hecho mejor, estoy orgullosa de mí misma". Es una mezcla de miedo a la mediocridad e inseguridad que también me llevan a hacerlo todo en el último momento cuando, como bien dices en el post, "no hay más remedio". Esta mecánica sabotea mi propio trabajo porque siempre que estoy haciendo cualquier cosa con el plazo de entrega en las últimas pienso "si lo hubiera hecho desde el principio en vez de estar pensándomelo y repensándomelo podría corregirlo y saldría mejor".
    Me ha pasado siempre y nunca alcanzo mi propio listón. Como decía antes es una mezcla de miedo a la mediocridad, inseguridad y, ahora que lo pienso, también egolatría ya que me exijo más a mí misma que al resto: Lo que considero que está bien para otros no lo está para mí.

    T

    PD: Hoy he sido un poquito más disciplinada... pero poco. Ahora seguiré trabajando.

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  2. Exactamente, tú lo has dicho. Si desde el principio hubieras estado centrada en HACER, más que en imaginar/aprender hasta que sea el momento adecuado, el resultado sería aún mejor, y sobre todo, eliminaríamos esos nervios de última hora por terminar el trabajo.

    Lo importante es saber de dónde nos viene este afán de perfeccionismo. Yo creo que siempre me esforcé, en parte, por ser la "niña excelente", esa de la que padres y profesores se sienten orgullosos. Ahora tengo que aprender que no pasa nada si algo no está perfecto, yo no pierdo mi valor. Y que hacer es lo más importante, más que hacerlo bien...

    ¡¡Cuánto estamos aprendiendo!! ¡¡Me encanta que me acompañes!! :)

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